San Juan

XUMEK: la bodega sanjuanina que convirtió la montaña en un museo a cielo abierto

En el corazón del Valle de Zonda, una bodega boutique fusiona paisajes imponentes con expresiones artísticas y el sabor sublime de sus vinos. Un viaje sensorial que conecta con lo más puro de la creación humana.

20 de Agosto de 2025
XUMEK: la bodega sanjuanina que convirtió la montaña en un museo a cielo abierto
Escuchar

Por Andrea Moyano.

En lo más recóndito de la provincia de San Juan, en el mágico Valle de Zonda, donde los paisajes enriquecen la mirada y acarician el espíritu, encontré un lugar para deleitar el alma.
Allí, la belleza se honra a sí misma.

Por esas vueltas de la vida llegué a un rincón donde la naturaleza late a flor de piel, abrazada y transformada por la fuerza de expresiones artísticas. Un espacio creado por Ezequiel Eskenazi Storey con una visión soñadora que lo destaca.

PUBLICIDAD

A tan solo 35 minutos del centro capitalino se encuentra la Bodega XUMEK, una bodega de carácter petit que encierra un mundo propio. Allí te recibe Antonio, un ingeniero agrónomo que, con una seriedad inicial, va dejando florecer una simpatía que crece a medida que gana confianza.

PUBLICIDAD

Especialista en el arte del vino, Antonio combina su conocimiento con historias que enriquecen el espíritu, mientras la belleza artística se despliega en cada rincón. Todo está implantado en la montaña con un gesto de humildad y respeto hacia la naturaleza.

La panacea del estrés cotidiano comienza con un rico aperitivo, para luego adentrarse —a bordo de una Land Rover— en la inmensidad de la precordillera. Allí, donde la historia aún guarda las huellas huarpes, el recorrido se transforma en un viaje que enlaza naturaleza y cultura.

Las estaciones de arte, concebidas por el mismo soñador que levantó este lugar, fueron bautizadas como “Arte Bestial”, una propuesta única donde la montaña se funde con la creatividad.

Y es que, en ese recorrido, uno se encuentra con una pluralidad de emociones y se despide con la alegría de descubrir la existencia de personas capaces de generar belleza en la inmensidad de la naturaleza. Acciones antropizadoras que quedarán como testimonios vivientes de una cultura nueva, casi ilógica, pero profundamente humana.

Cada obra tiene un sentido, un porqué en su implantación geográfica. No quiero dar demasiado spoiler, pero ya tengo mis favoritas.

La primera es “Politeísmo Random”, de la artista plástica Mariana Tellería: una verdadera poesía visual. Cuando escuches la historia que la inspira, vas a coincidir conmigo.
La segunda es el mirador, al que he bautizado como la cámara de reflexión. Aunque aún está en construcción, ya es belleza pura. Será que, como arquitecta, las líneas limpias y prolijas son mi debilidad, y esta obra, del artista Eduardo Basualdo, es una invitación a habitar y permanecer.

La pieza que más me impactó, sin embargo, fue “La Dinobola”, de la reconocida artista Nicola Costantino. Provocadora, intensa, bestial: un verdadero lujo en los valles zondinos.

Y cuando pensás que el deleite ha llegado a su fin, aparece lo que podría llamarse el placer de los dioses: una cata de vinos que no querés que termine nunca.

Este soñador, artífice de todo, solo puedo definirlo como un gran rayo de sol que da luz a las más cultas emociones, un verdadero filántropo. Alguien que entendió que la conjunción de arte, naturaleza y vino no es solo disfrute, sino una experiencia capaz de emocionar y transformar.

Más de San Juan