San Juan y el fútbol sin chalecos: una costumbre que nadie cuestiona
Las canchas de fútbol ya no entregan chalecos cuando les alquilan un turno. La excusa es la pandemia, aunque en otras provincias el servicio se restableció hace años.
Por: Tadeo Barrientos
Martes por la noche. Cancha de fútbol 5, pelota lista, luces encendidas, jugadores en posición. El partido en marcha y el desorden se impone: no hay chalecos que distingan propios de extraños. Mis compañeros y rivales llevan indistintamente las remeras de Boca y River, Sportivo y San Martín, Racing e Independiente.
La escena no es excepcional. Pasa en Rawson, en Rivadavia, en Santa Lucía, en Capital. Cualquier jugador frecuente de fútbol amateur en San Juan se ha topado con el mismo problema. Las canchas dan el turno, la pelota, pero ninguna da chalecos. Y si querés jugar sin confundir a tus compañeros con tus rivales, hay que organizarse con anticipación, como si se tratara de un campeonato profesional donde cada equipo tiene sus remeras.
"Nosotros vamos todos de blanco, ustedes lleven negro", resuelven algunos. Eso implica coordinar con 9, 13 o más personas de antemano para que nadie arruine la tónica. Más difícil es cuando los equipos no están previstos. Si hacen pan y queso en la misma cancha, cada quien deberá llevar una casaca clara y una oscura por las dudas. De lo contrario, el partido se transforma en un ejercicio de adivinación. ¿Ese de verde me la está pidiendo o me la viene a quitar? ¿El que juega conmigo es el que tiene la remera de River del 2021 o del 2023? Cuando hay que resolver rápido con la pelota en los pies, la respuesta que parecía sencilla aparece con tu rival con la pelota dominada con vía libre a tu arco.
“Desde la pandemia no damos más chalecos” me dijo un encargado de una cancha de Capital. No difiere de lo que me dijeron en otras canchas de distintos departamentos. Se entiende, durante el pico de contagios era un riesgo compartir chalecos. ¿Pero hoy? ¿Qué explicación queda en pie cuando en otras provincias —Córdoba, Buenos Aires, Mendoza— las canchas volvieron a entregar chalecos hace rato?
A menos, claro, que en San Juan los virus se propaguen de otra manera y no nos hayan avisado. O que el lavado de chalecos represente una amenaza epidemiológica mayor que, por ejemplo, tomar el café en la taza que usó otro cliente, usar los mismos changuitos de supermercado que otros o sentarse en los mismos bancos en la escuela, la universidad y el instituto. En ese caso, habría que encender las alarmas más allá de la línea de cal.
Pero creo que el problema pasa por otro lado. Lo que hay detrás de esta política no es precaución sanitaria, sino una estrategia de ahorro. Comprar chalecos, lavarlos, mantenerlos, organizarlos por turnos implica un costo que muchos dueños de cancha han preferido recortar. Y la pandemia, como tantas veces, se convirtió en la excusa perfecta.
La lógica es tentadora. Si total los jugadores se arreglan entre ellos, ¿para qué gastar? Claro que con ese criterio, también podrían dejar de dar pelotas. O pedir que cada uno traiga su propio arco. Quizás los dueños de los complejos deportivos, en su conducta coherente y ejemplar, llevan sus propios platos y cubiertos cuando salen a comer. Puede que siempre pidan el café para llevar, no sea cosa de estar haciendo a otros lavar tazas después del antecedente que nos dejó la pandemia.
Al fin y al cabo, no es imposible hacer las compras sin un changuito de supermercado. Se pueden llevar las cosas en la mano. O bien se puede prever como llevarlas, a sabiendas que vas al super. Así que también, dirán los dueños de las canchas de San Juan, se puede jugar sin chalecos. Pero como no soy propietario de una cancha sino un simple jugador amateur que las frecuenta, me limito a pensar que si uno paga por un servicio básico, espera condiciones básicas. Y distinguir a tus compañeros y adversarios con un pedazo de tela flúor debería estar incluido.


